miércoles, 2 de julio de 2014

Doscientas palabras



Irreversible

-- Irreversible, lo siento.
--No puede ser.
El hombre estaba parado junto a la camilla. Manipulaba sus manos, se mecía el poco pelo que tenía. No estaba acostumbrado a que se le desobedeciera. La chica en la camilla podía ser su hija. Casi treinta pero parecía de veinte. Ojos saltones, mirada perdida. Afiebrada. Seguía la discusión entre el hombre y la mujer como si le importara. Partido de ping pong ajeno. Ese no era su match, pero algo debía mirar de lo contrario los ojos se le darían vuelta. Continuarían mirando pero hacia adentro. Su interior enfermo.
-- Quiero recordarle que acaba de cobrarme una fortuna. Esto es una estafa.
-- Siempre es igual. En el momento de la desesperación todos juran que comprenden las cláusulas. Después cuando algo falla se olvidan de todo. Estoy cubierta, señor Martínez. Usted firmó un documento en el que se indica que en caso de que el tratamiento no diera sus frutos la profesional (o sea yo misma) no será responsable ya que ningún procedimiento es infalible.
El hombre dejó de oírla. La bruja no era su problema. Todavía debía encontrar el modo de extirpar ese hombre de la cabeza de su mujer.