martes, 5 de agosto de 2014

Doscientas palabras

Niña gato

Gato grande mira a niña aterrada sobre silla maciza. La chica, no el gato que acecha desde el piso con su mirada fija en los ojos desorbitados de la nena vociferante.
-- ¿Nunca viste un gato?
La señora habla con su cabello recogido en una rosca alrededor de su cabeza, y apretado por un pañuelo con pequeños gatitos siameses de color anaranjado. Es la encargada de lograr que la pequeña aprenda a tocar el piano. Pero primero deberá bajarla de la silla en la que se ha encaramado. Lleva más de treinta años educando musicalmente a las sucesivas generaciones de pianistas frustrados del barrio. Esa es la primera vez que le toca un alumno con aversión felina.
-- Si no te bajás de ahí no voy a poder enseñarte nada.
La niña no contesta. Ni siquiera la mira. No le explica que a ella el piano le gusta menos que los gatos. Tampoco le dice que el pañuelo en su cabeza es tan aterrador como la mascota. La profesora, que nunca tuvo paciencia antes y mucho menos ahora, grita:
-- ¡Te bajás ya mismo de ahí o llamo a tu padre!
La niña inspira, curva lento su lomo y salta por la ventana.