martes, 7 de enero de 2014

Doscientas palabras diarias

Día 6
7/1/14

El pescador

Al hombre le daba lo mismo pescar o no pescar. O sea, el acto mismo de sustraerle un fruto al mar, era secundario. Lo imprescindible era la ceremonia. Plantarse frente al océano el tiempo suficiente como para arrancarle su secreto. Un suspiro que sucedía a diario, pero que se olvidaba al despertar al día siguiente. Entonces debía volver. Y así por toda la eternidad. O por toda su vida, que era su propia eternidad.
¿Sería la eternidad infinita la que le prestaba el mar durante un breve instante? No lograba recordarlo. Esperaba la revelación con la línea sumergida. Paciente intentaba recordar el secreto antes de que le fuera rebelado. No se resignaba al olvido. En el horizonte una ola gigante se levantó hacia él. Con destreza desconocida logró esquivarla. ¿Se defendía? ¿El mar se defendía del arrebato?
Una segunda ola avanzó con mayor fuerza. Un tentáculo surgido de las entrañas que lo atenazó por la cintura sosteniéndolo a flote mientras lo hundía en la profundidad. Allí, en el fondo del mar, el secreto marino reventó en su cabeza y lo poseyó. Entonces el hombre fue mar, y el mar hombre. Hombre débil que el nuevo mar escupió hacia la costa.

http://www.clarin.com/mundo/Sobrevive-horas-mar-nadar_0_1061894027.html