miércoles, 28 de agosto de 2013

Dos microficciones que integran el libro Basta de violencia que reúne los textos de 100 autoras argentinas que reflexionan sobre la violencia de género



Donde más le duele
de Bibiana Ricciardi

Leonora intenta amar a su nuevo hijo. El bebé tiene los deditos largos, iguales a los del papá. Un hombre coqueto. Había que limarle las uñas todas las semanas. Primero sus manos, después las de Tomy. No se vaya a poner celoso. Competencia extrema, el chiquito haciendo travesuras que lo enojaran, y el padrastro denigrándolo. En la casa no había violencia, sólo gritos, alaridos, discusiones. Todo se calmaría cuando naciera el bebé. Uno que fuera de su propia sangre. No del anterior. Uno que tuviera sus mismos dedos delgados. Pero no se calmó. Que le iba a pegar dónde más le doliera, le dijo. Y ella pensó en esa mano bella infringiendo dolor donde antes depositara placer. Cortó por lo sano: se fue de su casa. Ahora, aferrada a las manitas de su bebé, trata de imaginar cómo pudieron las otras tan iguales matar a su Tomás a puro golpe.

Cadena perpetua
 de Bibiana Ricciardi

Desde el balcón la avenida se ve pero no se oye. El viento sube algunos retazos del ruido urbano. Sólidos eslabones de su cadena perpetua. Maria sabe sostenerse del bramido lejano de un motor. Aprendió a vivir con el oído alerta. Un bocinazo potente puede esconder los gritos de un compañero desgarrado.
Treinta y cinco años después la avenida todavía conserva intactos sus ruidos piadosos. María necesitaba volver seguido. Estremecerse como una hoja ante la imponente entrada pretenciosa del campo de detención. Por eso compró un departamentito con balcón justo  enfrente. Desde allí arriba se veía casi inocuo.
Quien le hubiera dicho entonces que el río también estaba cerca. Un río mudo, pura postal. Desde la radio la voz monocorde del juez desgrana una condena eterna. María hunde sus ojos vacíos en la inmensidad pequeña que se abisma. Levanta la copa y brinda. ¿Podrá dejar de temer?