miércoles, 6 de julio de 2011

Licencia por elecciones


Ciudad monocromática
Bibiana Ricciardi
Soy una neo porteña. O mejor dicho, una reincidente. Nací en la Ciudad de Buenos Aires, me críe en el Gran Buenos Aires, volví a la Capital cuando dejé el hogar paterno, y retorné al conurbano cuando formé mi propia familia. Pero en 2007 regresé a la gran ciudad huyendo de los atascos de tránsito, y buscando amplitud de criterio, pensamiento abierto, acceso más cómodo a la cultura y a la educación. En suma, heterogeneidad de criterios, para mí y para mis niños.  
Quiso la mala fortuna que me tocara la operación retorno justo cuando el objetivo de nuestros deseos caía en manos de un gobierno que no estaba a la altura de sus circunstancias. Elegí una ciudad abierta y progresista y hacia allí dirigí mis esfuerzos. Mientras buscaba un nuevo hogar me decidí por un barrio como Colegiales, que aún conservaba mucho de barrio y que mostraba inquietud cultural. Compramos una propiedad a pasos del polo cultural formado frente al Mercado de pulgas de la calle Dorrego. Mientras acomodábamos nuestras cosas aún sonaba la música de los festivales de los fines de semana. Sin embargo, poco después el nuevo Gobierno decidió cerrar el predio. Hace cuatro años que vivimos en Capital y nunca hemos vuelto a escuchar la música que nos hizo elegir el barrio. Esto que parece una anécdota de índole personal es para mí metáfora clara de lo que ha hecho el Pro con esta bella ciudad.  La vació de su magia. Con prolijidad obsesiva planchó cada una de sus arrugas. Buscó el orden y provocó el caos. Uniformó de amarillo los matices disonantes que la diferenciaban. En teatro el amarillo es mufa. Debe ser así nomás porque el teatro ha sufrido el vaciamiento más grande de la historia de esta ciudad. La reapertura contra viento y marea del Teatro Colón dejó en estado catatónico al resto de las salas oficiales.
Hoy mis hijos van a una escuela privada, y yo sueño con un gobierno en el poder que me permita ahorrarme esa cuota que tanto sacrificio me implica. Pero, sobre todo, que me conceda la gracia de confiar la educación de mis niños a un estado plural y abierto, que los forme como ciudadanos sensibles, conscientes de la desigualdad social. No sé si puedo confiar en la capacidad de gestión de los otros candidatos, pero tengo la certeza de que la administración actual no ha podido. Quiero que esta ciudad vuelva a ser el faro que era, con todos sus matices. Que podamos enchastrar sus paredes con la paleta más amplia de colores. Que olvidemos el monocromático amarillo que la ha opacado todos estos años.