miércoles, 30 de abril de 2014

Doscientas palabras

Día 104
Miércoles 30-4-14

Instrucciones


Te parás frente al mar. No te sientes en la arena. No te distraigas con las aves, no mires la ola cuando se retira. Cuidado con permitir que los pequeños fragmentos de fondo marino distraigan tu atención. Vos debés permanecer atenta al mar. Atención con esto. El mar no puede ser visto. Por más que quieras no podrás mirarlo. No se deja. Como mucho podrás ver retazos. Por eso es importante que te concentres en cuál es el mar que vas a ver. Debe ser el que nos conviene a nosotros para nuestro objetivo. Por eso no te pierdas con sus estrategias de distracción (olas, espuma, animales marinos, aves, conchillas, caracoles). El mar que nos interesa es el de atrás. Esa porción oculta que se encuentra del otro lado del límite que marca el horizonte. Justo donde cielo y mar se confunden. Es probable que él esté allí. Si aún lo extrañás no dejes de seguir mis instrucciones.
Una última indicación. El viento puede ayudarte. Sobre todo cuando sopla tan fuerte que te seca las lágrimas. Te recomiendo que confíes en él con el mismo fervor que te indico que desconfíes del mar. El viento sana el mal de amor.

martes, 29 de abril de 2014

Doscientas palabras

Día 103
Martes 29-4-14

Insomnio

Hubo un tiempo en que deseaba la cama. Llegaba la noche y su cuerpo parecía haber quedado en la tarde. No lograba siquiera subir los escalones del colectivo. Arrastraba sus piernas por el pasillo, se colgaba del caño, se dejaba mecer. Los cuerpos de los otros pasajeros amortiguaban el vaivén. Dormitaba, a veces hasta soñaba. Sueños casi reales. Escenas que podrían darse allí mismo dentro del colectivo. Un hombre lo sacudía para pedirle paso. Una señora hablaba a los gritos por teléfono. Se pasaba de largo y despertaba en la terminal. Segundos que no completaban el minuto. Despertaba creyendo que habría llegado a la avenida pero estaba apenas una cuadra más cerca de su casa. El último tiempo previo a la jubilación se le había hecho largo. No es que deseara quedarse en su casa. Ni siquiera lograba imaginar cómo sería escuchar todo el día el arrastrar de las chancletas de Eloísa. Pero su cuerpo pedía reposo. Otros compañeros de su edad estaban mejor parados. Él en cambio necesitaba descansar.
Sin embargo, ahora que sí podía dormir, no lograba conciliar el sueño. Eloisa desde la cama de al lado le imploraba silencio. La noche era una amenaza difícil de enfrentar.

domingo, 27 de abril de 2014

Doscientas palabras

Día 102
Domingo 27-4-14

Cinco sentidos

-- ¿Sabés que mis oídos pueden oír mucho? Hay veces que trato de cerrarlos. Que dejen de oír. Pero aunque me los tape siguen oyendo. Los oídos no pueden cerrarse.
El niño despacha su helado a gruesos lengüetazos. Pura boca, todo sabor. Mas que para oír parece tener cualidades sobrenaturales para saborear. El cuerpo se le tuerce hacia el cucurucho que a su vez se inclina en peligroso ángulo hacia el piso. La mamá corrige la posición, limpia como puede el chocolate de la boca del pequeño, ataja con preocupación las gotas que amenazan con manchar el uniforme. Debe cuidarlo con esmero, ni sabe de dónde sacaría el tiempo para lavarle la prenda, en cuanto el chico termine su premio debe meterse en la oficina hasta tarde. Saldrá justo a tiempo para el último subte que le permitirá retirar a su hijo de la casa de la vecina que le hace la gauchada cuidarlo. Pero no lo habrá bañado, tampoco le habrá dado la cena, la mamá deberá poder con todo. Puro manos, brazos, pies. Ojos vigilantes, lágrimas escondidas. No tiene tiempo para tener orejas. Y mucho menos para enterarse qué es aquello que su niño oye aún sin querer oír.

viernes, 25 de abril de 2014

Doscientas palabras



Día 101
Viernes 25-4-14

Salto mortal

Desde que aquello se había apoderado de su vida la cuestión climática había pasado a un segundo plano. Flotaba sin percibir frío o calor. Cumplía con sus obligaciones. La puesta en escena comenzaba con el despertador que sonaba temprano, Nico entraba al colegio a las ocho. Después de higienizarse y cambiarse tomaba el desayuno y partía. Ocho en punto estaba en la escuela. Miraba a los compañeros de Nico formarse, saludar a la bandera y partir hacia su aula. Todas las mañanas igual. No podría ir al trabajo  sin cumplir con el rito innecesario. Las otras mamás la miraban de lejos, comentaban. Al principio se le habían acercado a contenerla, pero pronto cedieron a la evidencia. De qué valía esforzarse en un vínculo con una mamá cuyo hijo jamás jugaría con el propio.
Esa mañana, sin embargo, algo había cambiado. Al entrar al salón, a la derecha de la escalera, Miriam había visto el canasto de objetos perdidos. Saturado de buzos, bufandas y demás prendas que nadie reclamaba. En cuanto terminó el himno se abalanzó sobre el canasto. En el fondo de todo brillaba el guante derecho de Nico. Tomó la mano de su hijo y ya no la soltó.

jueves, 24 de abril de 2014

Doscientas palabras



Día 100
Jueves 24-4-14

Resfriado

Entre las tres y las tres y diecisiete hay mucho tiempo. Diecisiete minutos, mil veinte segundos. ¿Comprende? No comprende. Le estoy explicando que la medición de su uso temporal es tan arbitraria como poco confiable. Si usted me dice que enseguida me atiende, pasan diecisiete minutos y yo todavía estoy acá sentada con mi pobre gatito en la falda, significa que su forma de abarcar lo inabordable del infinito devenir cronológico no parece ajustarse a la imprescindible practicidad que exige la guardia de una clínica veterinaria. ¿Me comprende? No me comprende. Diecisiete no es igual a mil veinte. Entonces por qué deberíamos ajustarnos a una convención tan ridícula que ni siquiera logra coherencia. En este lapso temporal que estamos midiendo seguramente han nacido, unos cuanto miles de gatitos en el mundo. Y habrán muerto otros tantos. Habrán pasado cuatrocientos veintitrés autos por la avenida, el semáforo de la esquina habrá cambiado de color en unas treinta y siete oportunidades. Pero mi gatito no se ha modificado. En todo este tiempo medible en variables tan diversas como minutos, segundos, autos, muertes, nacimientos y semáforos, el único que permanece inalterable es mi gato. ¿Cómo puede usted demorar tanto en atender su resfriado?

miércoles, 23 de abril de 2014

Doscientas palabras

Día 99
Miércoles 23-4-14

Cruz del Sur

Si cierro los ojos no las veo. ¿Me ven ellas a mi? Acostada en el pasto húmedo. No te tires que te vas a mojar. Si no llovió, mamá. No llovió pero cayó el rocío. ¿La Rocío? El rocío. Una agüita que moja todo al anochecer. No la vi caer. No se ve pero se siente. ¿Cae del cielo? No, brota de la tierra. Entonces no cae, sube. Como sea levantate que te vas a mojar. Miro las estrellas. La Cruz del Sur. Las podés ver parada también. Me gusta que me vean ellas a mí. Se me caen encima. Justo cuando me están por aplastar cierro los ojos y desaparecen. No desaparecen, que vos no las veas no significa que desaparezcan. Si ellas no me ven desaparezco yo. No, porque yo te estoy viendo y seguís ahí, mojándote aunque te digo que te levantes. Tengo que cerrar los ojos porque ellas también los cierran. Así desaparecemos todas juntas. Las estrellas no tienen ojos. No, no tienen ojo porque ellas son ojos. Cada estrella es un ojo brillante y cuando titila es que lo cerró. Parpadean. Ahí está. Parpadeo rápido como ellas y aparezco y desaparezco. Soy y no soy.

martes, 22 de abril de 2014

Doscientas palabras

Día 98
Martes 22-4-14

El hombre y el río

En la orilla un hombre arroja su garra al río. El anzuelo perfora el agua, el río se deja. El hombre se aferra a su lado, intenta atrapar el fluir. Pocos metros río abajo otro hombre también pesca. Más allá, otro. Y más. Hombres pescadores. El río los mira, les permite reflejarse en su superficie, los deja jugar. Disimula la mutación, desciende, se deja ensuciar. Las sombras humanas manchan su fluir, lo transforman. Muta el río en miles de partículas de infinita transformación.
La caña se dobla pesada, el hombre sostiene con fuerza, separa sus piernas, se aferra a la orilla. Prepara su cuerpo mortal para el enfrentamiento. Sabe que el río no se dejará atrapar. El hombre se dobla, implora por su pedazo de río. El río se enoja. ¿Quién es el hombre para apoderarse de su fluir? David no se resigna, insiste incauto.
Otro hombre lo observa desde su propia orilla. Apoya su caña en el barro, acude en ayuda. Y otros más. Los hombres tiran la tanza que lacera sus dedos. El río furioso corcovea. Hombres imberbes allí tienen, suelta su pedazo, se lo deja arrancar. Pobres, nunca lo sabrán. Un pedazo de río nunca es río.

viernes, 18 de abril de 2014

Doscientas palabras



Día 97
Viernes 18-4-14

Moribunda

-- Decile que es una boludés. Que estás exáctamente igual a como estaba yo hace ocho años. ¿Te acordás? Me operaron y listo, estuve perfecta. --Me dijiste cuando te conté que yo también tenía Cáncer.
Dos meses después estabas muerta. Y a mí me gustaría que me queden más que ocho años de vida. ¿Viste? Te lo digo ahora para que veas lo negadora que sos. Porque así nos tuviste a todos convencidos de que en verdad por más mal que estuviera la cosa vos siempre ibas a resistir. ¡Maldita negadora! Cómo puede ser que no me hayas dado una sola pista de que te ibas a ir. A mí, a tu amiga del alma. Pero entonces recordé (soy lenta) nuestras última conversación telefónica. Me dijiste que morirse era fácil, solo se trataba de soltar. Lecciones sobre como aceptar la muerte sin mayor resistencia. Tan fácil que no me pareció real. A tu lado me sentía inmortal. Recién ahora descubro lo útil que era tener una amiga moribunda. La única cagada es que las amigas moribundas se mueren. Al final te moriste. Y entonces descubrí que una amiga muerta es lo más feo que me pasó en la vida.

www.infonews.com/2014/04/17/sociedad-139989-un-cientifico-postula- que-la-muerte-no-existe

jueves, 17 de abril de 2014

Doscientas palabras

Día 96
Jueves 17-4-14

Eternidad

Trescientos cincuenta y siete años después volvieron a intentarlo. Él había muerto en el treinta y ocho, ella en el cuarenta y dos. Muerto en el sentido figurado en el que los antiguos concebían el cambio de estado. Había una esquina grabada en sus memorias. Bastaba con abstraerse, qué otra cosa es el amor que una abstracción mental, y aún en ausencia de sus cuerpos podían volver al recodo. Sin embargo, en el breve período de cuatro años en el que sus estados se diferenciaron, él acudió puntual al encuentro pero ella no se presentó. La cita había sido acordada en el lecho de muerte, ella sólo debía sentarse a pensarlo y se encontrarían donde siempre. Pero ella no fue. Ni ese día, ni el siguiente, ni tampoco los demás días en los que él aguardó con creciente desesperación. No podía buscarla si ella no lo pensaba, y ella no lo hizo. ¿Por qué? Quien sabe, qué importa. No lo hizo. Y cuando le tocó a ella cambiar de estado, él ya no estaba. Desencuentro amoroso, más viejo que la muerte misma. Pero la inmortalidad tiene esos atajos. Trescientos cincuenta y siete años después coincidieron ambos en la misma esquina.

http://www.minutouno.com/notas/319658-cientifico-despues-grabar-nuestro-genoma-y-mapa-mental-seremos-inmortales

miércoles, 16 de abril de 2014

Doscientas palabras

Día 95
Miércoles 16-4-14

Rebelión en la torre


La rebelión se había tejido a espaldas de la autoridad, tal como corresponde a un movimiento de resistencia. Trabajo fino, propio de una inteligencia superior. Una cabeceada al paso, meneo de cola, mensajes cifrados en la orina. Meses de tejer la intriga más grande que jamás se hubiera visto en un edificio de torre, con treinta y siete pisos y doscientas sesenta y tres unidades. Una superficie habitacional superpoblada. El arquitecto había sabido aprovechar el espacio, las cajas de zapatos eran pequeñas pero funcionales. Idénticas, en espejo: un fichero ordenado de la a a la zeta.
Los humanos son tan sensibles al orden que pueden acomodarse en cualquier espacio reducido, siempre que el lavarropas del laundry funcione. Pero esas ratoneras no estaban pensadas para incluir otro bicho distinto al del dos patas. Ese fue el comienzo del fin. Alguna extraña voluntad de posesión impulsaba a aquellos hombres a comprar perros, gatos, pájaros, peces, hámsters y otras especies domesticables en cantidades intolerables. Los animales hubieran deseado no tener que hacerlo pero debieron tomar el control, y ordenar el caos. Ahora cada uno es responsable de su propio hombre, mujer o niño. Algunos incluso deben pasear parejas y hasta familias con chicos.

martes, 15 de abril de 2014

Doscientas palabras

Día 94
Martes 15-4-14

Silencio

El ruido tapa las arterias. Se atasca en el embudo auditivo, violenta los poros. Revienta la piel, penetra el alma. Un estruendo unicornio, oloroso, polvoriento. Bestia desbordada de entrañas putrefactas que exudan un hedor resbaladizo. Un ente que se alimenta del oído ajeno, crece en la esquina y decrece a la vuelta. Espera agazapado en el semáforo. Asalta al navegante de mar encrespado, incauto cazador de tormentas. Ola violácea, rojinegra, ruge hambrienta su desesperación. Exige atención, necesita vivir. Tiembla de miedo en los laberintos solitarios, se encoraja felina frente a la multitud. La ciudad late a su ritmo. El rito no se detiene. El transeúnte se somete obediente. Liebre asustada, enceguecida. El reflector barrió su trompa y anuló sus ojos. Espanto urbano. Cada cual atiende su ruido. Uno propio, igual al de todos pero con características únicas. El concierto se afina en tono disonante. Una melodía de consumo obligatorio. No hay modo de clausurar el túnel, la bestia es autónoma, indomable. Se impone. Rey de reyes, voraz cazador de liebres acecha astuto a un hombre que avanza sostenido de una mujer, caminan firmes, paso decidido. Sonríen mudos, sus dedos son lenguas hábiles. No tienen embudo auditivo. La ciudad les pertenece.

lunes, 14 de abril de 2014

Doscientas palabras

Día 93
Lunes 14-4-14

Frío

Con los pies fríos no hay manera de calentar el cuerpo. En verano había sido más fácil la nueva vida, con los primeros fríos su voluntad flaqueaba. Si pudiera aunque sea descansar un rato como para juntar fuerza. Alberto todavía la andaría buscando. Pensar en algo caliente también ayuda. Cuando llegó a la ranchada se lo pasaron como uno de los tips de cabecera. Tips, debería dejar ciertos términos si quería sobrevivir. Pensó en caliente, y recordó el ladrillo. La abuela lo calentaba en la salamandra, lo envolvía en una toalla. Pero se enfriaba rápido, de madrugada se despertaba con los pies helados. Como ahora, ella era de pies fríos. Alberto se quejaba. Me llegás a rozar con esos cúbitos te cago a trompadas. Se acurrucaba en el otro extremo de la cama. El miedo no es zonzo, los pies obedecían. Se despertaba igual de congelada que ahora. Quién dijo que la cama es mejor. Debería pensar en caliente si quería dormirse. Sin embargo no lograba recordar un sólo instante cálido, uno aunque más no sea que la calentara un rato hasta el amanecer. Cualquiera podía servir. Hasta el calor de la plancha con la que Alberto marcó su cara.

http://www.lanacion.com.ar/1680699-otra-manana-de-frio-en-la-ciudad-como-seguira-el-tiempo

sábado, 12 de abril de 2014

Doscientas palabras

Día 92
Sábado 12-4-14

Primer amor

Bailaron toda la noche. Sus cuerpos se reconocían sin tocarse. Ella había aceptado la invitación ilusionada, imaginando que lo vería. Lo había perdido en el camino, el primer amor es difícil de sostener con el tiempo. Él, en cambio, llegó a la fiesta sin mayor expectativa. Cabía la posibilidad de que ella estuviera, claro. Ambos habían sido compañeros del secundario del novio, pero no imaginaba por qué ella querría volver a estar con él. La fiesta seguía su progresión habitual, entre el resto de los ex compañeros comenzaba a rearmarse la rutina anterior. El tiempo había pasado implacable para todos, sin embargo el movimiento incendiaba la memoria. Volvían los pasos oxidados. Era fácil dejarse llevar por la fuerza centrífuga del grupo.
Ellos se mantuvieron a un costado. Bajo la mirada sorprendida del resto. Todos jugaban al pasado pero nadie lo creía de veras. ¿Qué hacían ellos ignorando lo inexorable? Bailaban. No se hablaban, sólo bailaban. Como si nunca hubieran dejado de hacerlo.
Al final de la fiesta los actores de la farsa consensuada comenzaron a retirarse en silencio, sonrientes. Contentos de volver al presente. Ellos quedaron rezagados. Ella esperó una invitación, pero él prefirió irse sin siquiera rozar su cara.

jueves, 10 de abril de 2014

Doscientas palabras



Día 91
Jueves 10-4-14

La extensa vida del elefante africano

En líneas generales prefiero empezar un cuento por el principio. No en un sentido cronológico, en cuanto a que narro primero lo que sucedió antes, sino en términos de sentido. De sentido cronológico. Oculto lo obvio, comienzo escondiendo mientras señalo algunas pistas. Un poco por aquí, otro por allá. Le doy al lector algo de información como para que no se escape, pero la dosifico para mantener su atención. El tipo suele ser veleidoso, se sabe deseado entonces retacea su atención. Por eso se trata de mantenerlo atado a la mano. Darle la cuota justa para que el relato pueda avanzar, pero siempre escondiendo el truco con la otra mano. Como un prestidigitador. Los dedos de una mano distraen al espectador, mientras los de la otra pasan un elefante frente a sus narices sin que este pueda verlo. Por ejemplo, si yo estuviera en este momento escribiendo un cuento, podría usar todo este palabrerío sin sentido respecto a cuál es la forma de escribir un cuento (como si existiera una manera) para distraer tu atención,  mientras olvidás la cuestión de la cronología. ¿Cuál cronología? Esa es estrictamente la cuestión. ¿O acaso cuál creés que es el elefante de esta historia?

martes, 8 de abril de 2014

Doscientas palabras

Día 90
Martes 8-4

La felicidad

Si hubiera existido la felicidad podríamos afirmar que Elvira era una mujer feliz. No intento aquí desarrollar una teoría sobre tal entidad, ni siquiera pretendo discutir con otros pensadores que han escrito sobre el tema. Hasta dónde yo sé la felicidad es una sucesión de instantes efímeros. Dicho esto paso a contar el caso que me ocupa, el de Elvira. Ella podía pasar por cualquier circunstancia sin arrugarse, la vida apenas si la mojaba. Vivía rodeada de gente que la quería, lograba llevar a buen término sus objetivos, gozaba de buena salud. Tenía un pasar económico cómodo, aunque había tenido que trabajar duro para tenerlo. Nada le había sido regalado, pero tampoco nada le había costado tanto como para frustrarla. Sufría por la injusticia humana, no era frívola, pero no permitía que la sinrazón del compartimiento humano le nublara el entendimiento. Era una mujer bonita. Ese tipo de belleza que no llama la atención.
Ustedes se estarán preguntando cuál era su particularidad. Me escuchan enumerar los motivos incuestionables de su felicidad, e imaginan que voy a sorprenderlos. Que sacaré un as de la manga, y les demostraré que la felicidad de Elvira no era completa. Pues no, esperan en vano.