Día 98
Martes 22-4-14
El hombre y el río
En la orilla un hombre arroja su garra al río. El anzuelo perfora el agua, el río se deja. El hombre se aferra a su lado, intenta atrapar el fluir. Pocos metros río abajo otro hombre también pesca. Más allá, otro. Y más. Hombres pescadores. El río los mira, les permite reflejarse en su superficie, los deja jugar. Disimula la mutación, desciende, se deja ensuciar. Las sombras humanas manchan su fluir, lo transforman. Muta el río en miles de partículas de infinita transformación.
La caña se dobla pesada, el hombre sostiene con fuerza, separa sus piernas, se aferra a la orilla. Prepara su cuerpo mortal para el enfrentamiento. Sabe que el río no se dejará atrapar. El hombre se dobla, implora por su pedazo de río. El río se enoja. ¿Quién es el hombre para apoderarse de su fluir? David no se resigna, insiste incauto.
Otro hombre lo observa desde su propia orilla. Apoya su caña en el barro, acude en ayuda. Y otros más. Los hombres tiran la tanza que lacera sus dedos. El río furioso corcovea. Hombres imberbes allí tienen, suelta su pedazo, se lo deja arrancar. Pobres, nunca lo sabrán. Un pedazo de río nunca es río.