Día 114
Miércoles 14-5-14
La última vez
La camilla es dura. No es camilla, es mesa larga de metal. No está pensada para la comodidad del paciente, que cuando llega allí hace tiempo que ha dejado de preocuparse por su propio confort. Hay lujos que sólo se conciben en salud. Como la temperatura ambiente. No importa que haga frío, lo importante es que la máquina funcione. Todo el circo está montado para esa prima donna que gira, se acomoda. Moldea su indiferencia a mi cuerpo.
-- Si quería un perro tiene que ayudar a pasearlo. Llego, y ni me sacó el ambo. A pasear al caniche.
El radioterapeuta se mantiene en su rutina. La charla doméstica había comenzado con el paciente anterior, y continuará aún con el siguiente. La rutina no se detiene. Las luces rojas atraviesan mi cuerpo. La espalda desnuda apoyada sobre el metal, la piel erizada por el frío, la cabeza tan lejos del caniche como de la máquina ególatra. En el instante final los técnicos salen apurados. Eso que me curará a ellos puede enfermarlos. La máquina escupe su fuego invisible, quema algo en mi profundidad. El pitido avisa. Los técnicos entran a liberarme.
-- Espero no volver a verte.
-- Ojalá.
He terminado el tratamiento.