Día 102
Domingo 27-4-14
Cinco sentidos
-- ¿Sabés que mis oídos pueden oír mucho? Hay veces que trato de cerrarlos. Que dejen de oír. Pero aunque me los tape siguen oyendo. Los oídos no pueden cerrarse.
El niño despacha su helado a gruesos lengüetazos. Pura boca, todo sabor. Mas que para oír parece tener cualidades sobrenaturales para saborear. El cuerpo se le tuerce hacia el cucurucho que a su vez se inclina en peligroso ángulo hacia el piso. La mamá corrige la posición, limpia como puede el chocolate de la boca del pequeño, ataja con preocupación las gotas que amenazan con manchar el uniforme. Debe cuidarlo con esmero, ni sabe de dónde sacaría el tiempo para lavarle la prenda, en cuanto el chico termine su premio debe meterse en la oficina hasta tarde. Saldrá justo a tiempo para el último subte que le permitirá retirar a su hijo de la casa de la vecina que le hace la gauchada cuidarlo. Pero no lo habrá bañado, tampoco le habrá dado la cena, la mamá deberá poder con todo. Puro manos, brazos, pies. Ojos vigilantes, lágrimas escondidas. No tiene tiempo para tener orejas. Y mucho menos para enterarse qué es aquello que su niño oye aún sin querer oír.