Día 101
Viernes 25-4-14
Salto mortal
Desde que aquello se había apoderado de su vida la cuestión
climática había pasado a un segundo plano. Flotaba sin percibir frío o calor.
Cumplía con sus obligaciones. La puesta en escena comenzaba con el despertador
que sonaba temprano, Nico entraba al colegio a las ocho. Después de higienizarse
y cambiarse tomaba el desayuno y partía. Ocho en punto estaba en la escuela.
Miraba a los compañeros de Nico formarse, saludar a la bandera y partir hacia
su aula. Todas las mañanas igual. No podría ir al trabajo sin cumplir con el rito innecesario. Las otras
mamás la miraban de lejos, comentaban. Al principio se le habían acercado a
contenerla, pero pronto cedieron a la evidencia. De qué valía esforzarse en un
vínculo con una mamá cuyo hijo jamás jugaría con el propio.
Esa mañana, sin embargo, algo había cambiado. Al entrar al
salón, a la derecha de la escalera, Miriam había visto el canasto de objetos
perdidos. Saturado de buzos, bufandas y demás prendas que nadie reclamaba. En cuanto
terminó el himno se abalanzó sobre el canasto. En el fondo de todo brillaba el
guante derecho de Nico. Tomó la mano de su hijo y ya no la soltó.