Arte infinito
de Bibiana Ricciardi
Cada clase era un misterio. El
hombre era sabio y generoso, pero celoso de su saber. No regalaba, invertía. Había
que demostrarle el merecimiento. Adivinaba la codicia en los ojos de los
aspirantes. Los escudriñaba atento. Había que sostener esa mirada. Dos carbones
hundidos en el pelamen espeso. De tanto cuidarlo, su nombre se había
transformado en leyenda. Su arte era único. Como el diablo que sabe por diablo
y por viejo. El joven quiso absorber como esponja cada gota de esa miel. No
había tiempo que perder. El maestro se cansaba, respiraba ruidoso, su caminar
era difícil, pero su arte crecía. Su luz brillaba con la intensidad del último
resplandor. Pero el joven sufría, la vida era tan injusta que le quitaría a su
maestro antes de que hubiera terminado de aprender. Pero el hombre aguantó todo lo que pudo, y el
joven lo dejó partir en paz.
Inspirado en: Infobae (31/1/12) – “Murió el
dramaturgo y director teatral Juan Carlos Gené”