Plaga
En un lejano suburbio de una ciudad tan gris como cualquier otra un gato rascaba su lomo. Aburrido de tanto ratón. La huelga de los recolectores de residuos llevaba tres semanas. En las veredas había más basura que gente. Y ratones felíces con tanta mugre, algo empachados. Y gatos gordos. Los vecinos intentaban no asomar su nariz (o hacerlo muñidos de broche). El olor era nauseabundo. Encerrados en sus casas o en sus trabajos, cada uno seguía con atención las noticias.
La mañana del sábado amaneció soleada pero nadie se alegró. El sol calentaría los residuos y el hedor sería aún más insoportable. Algunos subieron el volúmen de sus televisores en un intento desesperado por tapar olor con ruído. Entonces se escuchó la voz del intendente que salía al unísono por todos los televisores. Un par de acordes habían anticipado su participación en el noticiero central. Cada vecino de la ciudad se detuvo a escucharlo. El silencio era tal que se oía hasta el roer de los ratones.
"Queridos vecinos, interrumpo esta transmisión para informarles que a partir del día de la fecha..." Entonces, un ratón apenas mas grande que los otros se comió el último tramo del tendido eléctrico.