jueves, 18 de septiembre de 2014
Doscientas palabras
Moneda de cambio
Te aplasto como a una mosca verde. Un pie grande como una casa. Te lo pongo encima y quedás chatita, chatita. La hormiguita viajera. ¿Querés viajar? Vas a aprender a hacerlo como una moneda. ¿Nunca viste como viaja la moneda? Mírame a la cara cuando te hablo. Dejá de lloriquear. Tiene dos formas: una rodando sobre su propio canto. La ponés en el piso con cuidado, le das un leve empujón y rueda. Un trecho corto. Difícil llegar muy lejos. Perdés equilibrio. Por eso es preferible desplazarse sobre las propias piernas. Como la hormiga. La hormiguita viajera no rueda, camina. Va despacito, despacito y llega lejos, lejos. ¿Pero sabés cómo lo logra? Lo logra porque no tiene hormigo. No existe el hormigo. Pero vos sí tenés. Un macho con la bolas bien puestas tenés. No vas a ninguna parte. ¿Qué decís? Hablá clarito, por favor. No balbucees que no te entiendo nada. ¿Me estás gastando? De qué otro modo viaja la moneda. Muy chistosa. Sí, eran dos formas. Te hacés la interesada. Hacés bien en interesarte porque tu futuro es ser moneda. Chatita vas a quedar. De mano en mano viajan. Manoseadas. La moneda es más puta que una esposa.