viernes, 12 de septiembre de 2014
Doscientas palabras - Movimiento
Un día se decidió y paró a un micro. No fue un impulso. Había meditado a la sombra del Paraíso, junto a la ruta nueva durante años, casi desde cuando llegó para la siembra y nunca más se fue. Esa vez sí que la decisión había sido intempestiva, sólo que no la había tomado él. De un día para otro el mismo tren que los trajo dejó de funcionar. Algún entuerto político que no se preocupó por averiguar. Aguardaban en la estación un tren que los llevara a dónde fuera que necesitaran de sus brazos a cambio de un plato de comida. Él y los otros crotos. No hablaban, dormitaban cansados. Dos semanas de trabajo de sol a sol. Entonces vino el jefe de estación a informarles que ya no habría más tren. Alguno ni siquiera lo oyó. Él sacudió su ropa y volvió al camino polvoriento que terminaba en la tranquera donde podrían hospedarlo a cambio de sangre y sudor. Un lugar como cualquier otro. Sin tren debería detenerse, por lo menos hasta su vuelta. Pero no volvió. Levantaron los rieles, demolieron la estación, construyeron una ruta. Los micros pasaban uno detrás del otro. El mar estaba cerquita decían.