Miércoles 12-2-14
Tesoros
Al final de la vida el anciano sólo espera a la muerte. Pero la dama es impuntual, caprichosa. Si percibe el deseo ajeno se aleja. No se deja arrebatar su tesoro. El que sabe cuánto vale lo suyo no lo regala, exige su precio. El hombre sabe de eso. Él también tiene lo propio. Lo ha recibido en herencia y no tiene a quién legarlo. No ha querido casarse, mucho menos tener hijos. ¿Quién necesita una familia si tiene la colección de arte más maravillosa que podría soñarse? Pensó en morir mirando sus cuadros. Resolvió colgarlos en su cuarto, frente a la cama. Pero no podía encimarlos. Había demasiados. Decisión imposible. ¿Cómo elegir entre Matisse, Delacroix, Rodin, Picasso, Chagall o Munch? Dormiría una noche con cada uno. Y que la muerte lo sorprenda.
Pero la dama se demoró más de la cuenta. Tanto que le dio tiempo a sufrir. Los extrañaría. No podía abandonarlos. Su padre había sido capaz de negociar con los Nazis para formar la colección. Su deber era cuidarlos aún en el final. Entonces se le ocurrió la idea. Obligaría a la muerte. Le doblaría la mano. Hizo una gran pira y ardió junto a las telas.
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