Puño y letra
de
Bibiana Ricciardi
Sakura ahorró durante meses.
Tenía un buen puesto en la empresa líder de redes sociales de su país, y una aguda
mirada que le permitía observar con antelación suficiente, cada nuevo cambio en
el lábil carácter de los consumidores. Era muy admirada, su sueldo era
consecuente con esta fama. Sin embargo, el objeto de sus deseos era demasiado
caro. Quedaban pocos en el mercado, y su fabricación se había discontinuado.
Ella había heredado su pasión del abuelo, poeta autor de los más bellos Haikus
de la lengua japonesa. Había crecido observando la concentración que empleaba
el anciano para dibujar con su pluma las leves líneas de tinta vibrantes de
imágenes superadoras de significante. Honrando su memoria, Sakura relegaba el
uso cibernético al ámbito laboral: se comunicaba con sus amigos sólo con notas
escritas de puño y letra. Pero el correo postal era lento, y ella necesitaba
urgente comprarse un fax.