El sol y la sombra
de
Bibiana Ricciardi
Dos gotas de agua. Igualitas.
Mamá nos ponía vestidos iguales, nos hacía el mismo peinado, parecíamos
mellizas. Tan unidas que éramos. De chica yo la cuidaba, por eso creció bien.
Pero era difícil. Llena de ideas raras, me asustaba. Jugábamos a la sombra, horas.
Nos escapábamos a la hora de la siesta. Mamá nunca lo supo. Toda la tarde con
el asunto de la competencia. Inventamos
un sistema de puntuación muy complejo. El juego era sencillo, se trataba de ver
quién proyectaba la sombra mayor. Teníamos las dos la misma altura, igual
contextura física, sin embargo, el sol incidía distinto en cada una. Dependía
del ángulo, de la altura, la postura. Todo un deporte que a veces exigía
piruetas sorprendentes. Igual siempre me ganaba. El día que se fue del pueblo
estaba nublado, y como no podíamos jugar bromeó con que ella me iluminaría para
que yo proyecte mi sombra.