Cola
de
Bibiana Ricciardi
Trece,
catorce, quince, dieciséis. Por lo menos tenía dieciséis productos. Siendo muy
correcto, porque en verdad si llevaba un pack con cuatro yogures habría que contarlo como esa misma cantidad de unidades. La
vieja había acomodado las cosas para que
no se notara, pero el sobre de queso rallado asomaba debajo de los fideos.
Mucha peluquería pero era una ordinaria.
Desconsiderada.
-- Señora, esta es caja rápida, ¿Sabe?
La aludida
se dio vuelta, observó brevemente a su
interlocutora, giró sobre sí misma, y continuó mirando hacia adelante, como
si no hubiera comprendido. Una maestra en el arte de hacer colas, el truco de
no reaccionar era imbatible. Vista de atrás la montaña de rulos que coronaba su cabeza asemejaba una muralla
inexpugnable.
-- Tiene
más de quince productos.
La
muralla apenas osciló. Su contrincante entonces le sustrajo el sobre
de queso, lo abrió, y desparramó todo el contenido sobre el monumento capilar.