El deber cumplido
de Bibiana Ricciardi
La tercera noche que soñó lo mismo tomó una determinación. No era la cuestión de la muerte en sí lo que lo preocupaba. A los ochenta y cuatro el final es una certeza con la que no se necesita soñar. No lo asustaba cuándo lo encontraría La Parca, sino cómo lo haría. Don Antonio también deseaba para sí un dormir y no despertar. La mejor de todas las opciones. El problema era que si su deseo llegaba a cumplirse él no tendría tiempo de acomodar sus cuestiones. Y ése era el punto que lo atormentaba de su sueño recurrente.
Por eso esa mañana tomó su arma, se despidió de su mujer, entró en la casa de la vuelta, y mató a su amante de siete tiros. Por fin, la paz. Cuarenta años de conflictos resueltos en un segundo. Existen pocas formas de exterminar al demonio. Una es hacerlo sin titubear.
Inspirado en: La Nación (14/2/12) – “Un anciano de 84 años mató de varios disparos a su amante de 76”