Clave de acceso
de Bibiana Ricciardi
Los primeros en llegar al país eran
más caros: había pocas unidades y cientos de miles de interesados. El producto era
muy útil. Un símbolo de status, sí. Un juguete para adultos caprichosos, tal
vez. Pero también era la llave de pertenencia, de acceso al nivel de vida al
que Kostas estaba acostumbrado. Por eso cerró los ojos y se embarcó. Un nuevo
crédito. Qué le hacía una mancha más al tigre. Se pagaría sólo. Cuarenta y ocho
cuotas que representaban cuatro años. Transcurrido ese tiempo sería tan
adinerado que el valor de la cuota mensual le causaría gracia.
Sin embargo, no pudo.
Hoy Kostas, sentado sobre un banco
de la plaza Omonia, aprieta su Iphone con
la izquierda, mientras intenta abrir con la derecha el envase plástico que
contiene su ración diaria. El estado le provee el alimento, el aparatito sabrá
devolverlo al mundo del que fue brutalmente expulsado.
Inspirado en: Página 12 (5/2/12) – El mundo – “Un
tubo de ensayo para recetas neoliberales” La
municipalidad de Atenas es un escenario donde se despliegan las imágenes del
abismo griego.