Sequía
de
Bibiana Ricciardi
Un solazo que raja la tierra. Y no es figura
retórica: la parte en pedacitos de verdad. La abre en surcos, la divide en cascotes, la
diseca. Traza una cartografía liliputense con reinos de un centímetro cuadrado.
Media hectárea de maíz deshidratado. Superficie tan reseca como su propia piel cuarteada
a fuerza de soles. El cuello, la nuca. Saverio recuerda su cara y se acerca a
la canilla para remojársela. No podrá mojar la tierra pero por lo menos puede humedecerse
la cara. Junta algo de agua en el hueco de la mano y la refriega contra su
rostro. Deja que los hilitos bajen abriendo nuevos senderos que entrecruzan los surcos de
su piel, gotas que se espesan en el descenso arrastrando tierra, limo. Se
imagina a sí mismo atravesado por ríos, afluentes y arroyos; pero el líquido se
evapora. Si tuviera algo de agua dentro del cuerpo capaz que lloraría.
Inspirado en:
Clarin 11/1/12 – Perdidas en el campo por las sequías