jueves, 16 de junio de 2011

Percepción

El timbre volvió a sonar pero ella seguía  frente al espejo.  Era su mirada, más la de los otros; ver su propia cara con ojos ajenos.  Su tez tersa y suave no necesitaba adornos. Sin embargo, desde cierto ángulo asomaba un ser que crecía y ocupaba todo su rostro. Lo odiaba. El timbre. El monstruo arrugado. Timbre. Hundió su bella cara en el espejo. Dejó que los fragmentos de vidrio decidieran. El timbre dejó de sonar, o ella de oírlo.

Bibiana Ricciardi