Bibiana Ricciardi
Apoyé la caja de fotos sobre la fogata. Las llamas retrocedíeron evitando rozar el cuerpo extraño, o tomando suficiente impulso como para penetrarlo. Una lengüeta abrió un hueco en el cartón que se entregó en una torsión. En el abrazo final una ráfaga de viento levantó la tapa, y el recuerdo encendido voló peligroso cerca de mi cara. Apagué el fuego de un pisotón. Desde el suelo me sonreíste agradecida, toda boca para siempre.