lunes, 1 de septiembre de 2014
Doscientas palabras - Voces
-- Usted está en Estación Carranza. Próxima estación, Palermo.
En una ciudad con semejante tamaño el pasajero de subte se acostumbra a vivir en hora pico siempre. El vagón estaba tan abarrotado como todos. Tanto como los de las formaciones que lo precedían. O los de las que lo antecedían. Igual que los de las otras líneas de subtes que perforaban la ciudad como gusanos.
Sin embargo, el señor del primer vagón se aplastaba contra la pared de la cabina de conductor con una sonrisa tal que era imposible no distinguirlo entre el resto de sus congéneres. Había subido en Congreso, donde comenzaba el recorrido. Podría haberse sentado, pero no. Corrió al rincón norte. Algunos preferían evitar ir tan adelante. Si el motorman se estrellara aquel que apoyaba su asentadera contra su puerta perecería junto a él.
--¿Motorman, dijo?
La pregunta me sorprendió. ¿Cómo lograba escuchar la voz narrativa antes de que la exprese?
-- Tengo un don para las voces. Es una motor woman. ¿O acaso no escucha la dulzura de su voz cuando anuncia cada estación?
Me espía. Así no voy a poder seguir narrandoles ésta bella historia de amor.
-- No se preocupe, no pensaba besarla. Sólo me gusta escucharla.