lunes, 8 de septiembre de 2014
Doscientas palabras - Seguridad
Antes de salir cerró la llave de gas, bajó las persiana, ajustó el candado de la puerta de entrada y la máscara en su boca. Dudó unos segundos frente al ascensor. Prefirió la escalera. Descendió los primeros escalones con cautela, tomada de la baranda. Pie derecho, izquierdo, derecho, lento. Inspira, expira, inspira. La máscara tamizaba el aire pero también lo limitaba. Hubiera querido retirarla. No se atrevió a tanto. Continuó. Levantó la cabeza en un descanso y comprobó que aún le quedaban quince pisos. Se atrevió a acelerar la marcha. Debía regresar antes de que bajara el sol. En el noticiero habían advertido de cierta modalidad violenta que se incrementaba por la noche. El ruido de sus pasos retumbaba en el hueco. En el séptimo se permitió descansar unos minutos. Revisó su cartera, tenía el gas paralizante. Volvió a considerar el ascensor pero conocía los peligros que encerraba. Dejaría esa posibilidad para el regreso, subir podía ser demasiado para su débil salud. Finalmente llegó a la planta baja. Abrió la puerta del edificio, caminó hacia la esquina. Esperó el semáforo y cruzó. Un colectivo que doblaba la levantó en el aire, expiró unos metros más allá con su máscara puesta.