lunes, 25 de agosto de 2014
Doscientas palabras - Atributo
-- Abuela que grandes tus orejas.
-- ¿Qué?
-- ¡Qué grandes que son tus orejas, abuela!
La niña gritó la frase con su pequeña boca junto a las inmensas orejas. La abuela protestó, sacudió la cabeza y llamó a la nuera.
-- ¿Quién es esta nena, Silvia? Me dice abuela. No la vi nunca en la vida.
Silvia, la nuera, mando a la niña a buscar a su padre que tomaba aire en la vereda. El calor era sofocante. A la anciana le habría afectado el entendimiento. Que su hijo se hiciera cargo, no iba ella a internar a su suegra. El hombre entró apurado, sudando. La niña detrás.
-- ¿Qué pasa mamá?
-- Nada, nene.
-- Me dice Silvita que no te acordás que tenés una nieta.
-- ¿Quién?
-- Silvita, mamá. Mi hija, tu nieta.
-- Hablá fuerte, querido. No escucho.
El hombre se acercó a su esposa y le consultó por qué la anciana no llevaba puesto el audífono. Esa mañana había decidido dejar de usarlo, explicó ella.
-- Ya no quiero oír. Esta chiquita no me deja dormir la siesta. Las bocinas de la avenida, el grito agudo de tu mujer al teléfono. Quisiera irme pero Dios no me lleva. ¿No puedo elegir el silencio mientras espero?