Día 121
Miércoles 4-6-14
Earl grey
El vapor huía de su taza sin que pudiera verlo, los ojos nublados de té vigilaban el cielo, inventaban constelaciones posibles. Las agujas de su reloj giraban en sentido inverso, la Cruz del Sur señalaba el norte. Un tren rugía su intermitencia pendular, reloj de arena. Si pudiera atraparlo. Plantarse en las vías, las piernas separadas, extender la mano derecha y detener la locomotora. El maquinista sorprendido la vería treparse, no atinaría a reaccionar. Se sabría cómplice, no le quedaría otra opción que entregarse. Jinete del tiempo que cabalga las distancias confundiendo almas incautas. ¿Quién es el reo, el caballo o la montura? El hombre le cedería su asiento, compartiría su culpa cansado de lidiar con los caprichos de la máquina infernal.
Ella se sentaría al frente de la formación. Haría rugir el motor pero no le permitiría avanzar. Tal vez se atrevería incluso a hacer sonar la sirena. Si es que la tuviera. Los barcos tienen. ¿Qué diferencia había entre un barco y un tren? Millas, minutos, kilómetros que medían meses. La única manera de controlar el tiempo era frenar el movimiento. El pensamiento entibió su alma. Entonces retiró el saquito de té de su taza y se lo tomó frío.