Día 108
Domingo 4-5-14
El sillón verde
La casa es pequeña, endeble. Abuela no parece notarlo. El viejo sillón aún la cobija en su hueco. Su cuerpito ha dejado una huella en el almohadón verde que le garantiza presencia eterna. Cuando la internan con hermana jugamos a ensartarnos en el hueco. Nosotras sabemos que el sillón esconde un secreto. Como si el tiempo se detuviera. Los huesos se estiran, las arrugas se alisan. Las preocupaciones desaparecen. Suena el acorde gastado de una calesita de barrio, se huelen retazos chamuscados de castaña ahumada. A veces el viento arrastra hojas secas, o se pueden sentir chispazos de lluvia azotando la cara. Mamá no entiende por qué abuela se resiste a internarse.
-- Se deja morir sentadita en ese viejo sillón, con la casa llena de humedad. Cada recaída me es más difícil convencerla. Ya no tiene deseos de vivir.
Nosotras escuchábamos la preocupación de mamá pero no la compartíamos. Tampoco podíamos advertirle sin traicionar el secreto. Por eso no alcanzamos a evitar la desgracia cuando mamá se la llevó la última vez refunfuñando al hospital, y volvió corriendo a la casita de abuela para tirar el viejo sillón. En su lugar colocó uno nuevo, blanco, reluciente que abuela jamás usó.