Día 116
Lunes 19-5-14
La coleccionista
-- Tú eres una rubia que le gusta hacer el bien.
La voz interrumpió su pensamiento. Tenía los pies y la nariz fría. Se había sentado allí cuando el sol aún engañaba a la brisa. Pero el viento había ganado, bastó con cubrir el cielo de nubes. Un estremecimiento despertó el siguiente comentario.
-- No temas, rubia. Tu puedes hacer el bien y yo entonces no haré el mal.
La rambla estaba desierta. La interpelada se frotó los brazos y levantó la mirada. La carrasposa era una mujer joven, delgada, pálida. Sonreía expectante con su mano extendida. Una mano huesuda con prolijas uñas violetas y una alianza de oro brillante. Demasiado nueva como para saber de desgaste marital.
-- No tengo dinero. Salí con lo puesto.
La chica entonces bajó su mano y se sentó junto a ella. Ambas miraron el mar. Tan gris como el cielo. El viento alborotaba sus pelos, los arremolinaba. Una ráfaga cubría una cara, sacudía sus cuerpos. Otra las descubría. Un mechón floreció en la cabellera negra. La chica se lo quitó como pudo y recordó su misión.
-- No quiero dinero. Colecciono anillos ajenos. Amores nuevos, sucios, rotos o brillantes. No tengo ninguno tan gris como el tuyo.