Día 89
Lunes 7-4-14
La sangre no huele
-- La sangre no huele.
-- Huele.
-- ¿Cómo podrías saberlo?
Los niños discutían sentados bajo el único árbol del patio.
Pocas hojas que apenas si filtraban el sol de la siesta de verano. La mamá había
ordenado que se acostaran. Ella misma también se acostó. Quién podía respirar con ese calor, quién quería
vivir con esa soledad. En qué momento la vida se había torcido. Si la viera su
madre que la había criada para princesa. Entonces la que deseaba dormir pensó
en la que fue, y el sueño se hizo realidad. Una princesa en su torre, un bello
jardín florecido, un caballero se inclina.
El chillido intenso quebró el encanto. No hubo beso, si no
vigilia. Despierta a la fuerza por los alaridos de sus hijos, la mujer se arrastró
hasta el patio.
-- ¿Huele?
El niño sentado sobre la espalda de su hermano aún blandía
un cuchillo de cocina. El sol parecía morir en su filo manando destellos
enceguecedores. La mujer se acercó despacio, estaba tan cansada. Retiró el
cuchillo de la mano del mayor, limpió con su falda el corte del menor, y volvió
a la cama soñando que el caballero aún estuviera allí, inclinado, esperándola.
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