Día 36
Jueves 6-2-14
El retrato
La espina incrustada en su alma dolía tanto que no lo dejaba dormir. Respiraba quedo. Apenas un hilito de aire corto que expulsaba presto antes de que le roce la herida. Cada inspiración clavaba miles de agujas en su corazón. Se acostumbró a respirar así, entrecortado.
-- ¿El acto de respirar puede convertirse en una tortura dolorosa?
El doctor recetó por no preguntar. Para qué, si él mismo apenas si podía respirar. El mal de amores duele más que un estilete.
Pero los remedios no remedaron el dolor. Y el hombre, que había sido un gran pintor antes de que su amada le exigiera exclusividad, comenzó a pintar. Fue un gesto instintivo. Lo hacía de noche, cuando el dolor del aire en su interior se hacía insoportable. Se levantaba, bajaba al sótano y pintaba. Allí habían quedado relegados sus elementos de pintura, y allí seguían aún en ausencia de quién diera la orden.
Comenzó por el pelo, disfrutó de cada hebra como si volviera a rozarla con su mano, luego la nariz levemente curva, la boca apretada, los ojos que brillaron de amor al verlo. Entonces dio la pincelada final, buscó un estilete y se lo clavó entre ceja y ceja.
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