Martes 4-2-14
Laberinto sin salida
Lo suyo no fue como en las películas. Se fue ofendida especulando con las ventajas que adquiriría en la negociación del retorno. Ella era de las que ganan en la mesa de negociación lo que perdieron en el campo de batalla. Había disfrutado de cada capitulación como si fuera la primera. Y habían sido muchas. Tantas que jamás imaginó que un día no habría llamado de disculpas.
El teléfono dejó de sonar. Pasaba el día rondándolo, deseando aunque fuera una llamada equivocada que le permitiera ilusionarse por unos segundos. Incluso dejó de salir para evitar perder el llamado. Rondaba al aparato, lo levantaba para comprobar que tuviera tono, y volvía a colgarlo rápidamente temiendo haber obstruido la línea justo cuando él por fin se rendía. Una amiga le recomendó que se comprará un contestador automático, no podía estar tan encerrada, no era bueno para su salud. Entonces salía por unos instantes para regresar agitada y rebobinar la cinta del contestador con desesperación. Nadie había llamado.
Pasaron años, decenas de años. Transcurrió tanto tiempo que ya no pudo buscarlo. No había modo de encontrar su huella, se habían borrado las marcas que podrían guiarla hasta él. El laberinto se había cerrado.
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