martes, 18 de febrero de 2014

Doscientas palabras diarias

Día 48
Martes 18-2-14

Sopa de pollo

En la casa no había lugar para dos hombres. La sopa se enfriaba en los platos. En otro tiempo el caldo de pollo era sagrado. Ernesto le pasaba la sal a Elba, quien salaba el plato del marido primero, y el suyo propio después. El salero quedaba sobre la mesa para que lo tomara quien lo necesitara. No había mayor dilación. El matrimonio ni siquiera se demoraba en mirar quién salaba qué después de que ellos hubieran satisfecho su propio paladar. La prioridad era entonces tomar la sopa antes de que se enfriara.
Ahora la delgada capa de grasa se cristalizaba sobre la superficie del plato. Elba la perforaba, y ahogaba sus ojos en el líquido viscoso, apenas si se atrevía a espiar con el rabillo a su marido, rojo en el extremo de la mesa. Pensó en su corazón débil. El chico debería pensar en la fragilidad de su padre. Era buen hijo. Se veía tan buen mozo con esa barba. Una espalda poderosa. Todo el día en el gimnasio. Si se decidía a defenderse podría matar al padre con la misma mano con la que terminó de salar su sopa, y le extendió el salero a su madre.

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