Día 5
Lunes 6/1/14
Corazón partido
-- No tengo un mango, hermano.
El uniformado observó al hombre que le hablaba. Sucio, renegrido, hilos de sangre. En la huída se habría raspado con las espinas. Habría corrido asustado. Tan cocorito que parecía. Teme, concluyó satisfecho.
-- Parate, hablame como hombre, querés.
El fugitivo se incorporó lento, midiendo la situación. Sacudió el polvo de su cuerpo. Miró inquisitivo al guardia cárcel. El tipo parecía hablar en serio.
-- De dónde querés que saqué la plata.
-- Ese no es mi problema. Me pediste que te ayude a escapar y lo hice.
Bajó los ojos, el sol de la tarde clavaba astillas en sus pupilas. Se sonrojó. Le costaba aceptar la decepción. El amor era su única debilidad. El guardia lo miró sorprendido.
-- No irás a creer que te ayudé a fugar por tu culo.
Su presa cerró los ojos.
-- ¿Sabés cuántos me cojo como vos?
El fugitivo se agachó, escondió la cabeza entre las manos. El cuerpo se le derretía bajo el sol de la tarde. El guardia sacó su arma, como si fuera necesario. El hombre adelantó sus brazos para que su amante lo esposara.
-- ¡Qué tierno el asesino putazo!
Río fuerte. El monte le devolvió el eco de su risa.
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