sábado, 4 de enero de 2014
Doscientas palabras diarias
Doscientas palabras diarias
Día 3
Sábado 4/1/14
Babilonia oriental
La cocina estaba en el subsuelo de un edificio herrumbrado. Elegante antigüedad para los comensales; suciedad, roedores y hedor para los trabajadores. Arriba, melodías y aromas a mar. Abajo, apenas si se lograba respirar entre tanta capa centenaria de mugre superpuesta. Un pequeño ventiluz sobre los fogones evitaba la inversión innecesaria en un extractor de aire. Las mejillas del pequeño cocinero hervían. Su única función era revolver la olla. Había sido el último en entrar. Jerarquía culinaria: a mayor cercanía con el fuego, menor orden de importancia. Pero las manos de Jian no parecían sufrir el esfuerzo. Agitaban el cucharón pesado de hierro sin siquiera detenerse a controlar el contenido. Su trabajo no incluía evitar que se queme, se seque, o se apelmace el plato del día. Sólo agitarlo. Sus manos quemadas, sus pies hinchados, las mejillas arreboladas, pero sus ojos no. Volaban fuera, se elevaban por encima del vapor, trepaban hacia el ventiluz y se detenían en el pedacito de cielo que permitía ver el exterior. Un celeste inmóvil. Las manos en movimiento perpetuo, pero los ojos en la quietud infinita, esperando una nube ocasional que remontara su sueño. Un día construiría un globo gigante y por fin subiría.
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