Ganado humano
de
Bibiana Ricciardi
La selva tiene sus ruidos. Lo
hombres se habían acostumbrado, pero no era fácil. El campo de prisioneros era
cómodo. Sin ninguna lujo, pero a esa altura de guerra nadie recordaba el
confort. Los mantenían abrigados, secos, limpios, bien alimentados. Suficiente.
El único límite era el movimiento. Las autoridades promovían un régimen de
premios y castigos que tendía a prevalecer a aquellos que lograban subir de
peso. Comer y dormir era garantía de tranquilidad. Parecía sencillo, sin
embargo los gritos, graznidos y rugidos atentaban contra la factibilidad de la
orden. No había explosiones, ni helicópteros
esperanzadores, ni siquiera aviones aterradores, sólo la naturaleza en su
máxima expresión auditiva. Y los gritos de los gordos. Al llegar a determinado
peso los iban aislando en celdas individuales. Sólo había tres, por lo tanto la
rotación era obligatoria. Lo que nadie supo nunca era a dónde trasladaban los
soldados a los nuevos obesos.
Inspirado
en: http://cultura.elpais.com/cultura/2012/09/12/actualidad/1347478479_303840.html