Síndrome de abstinencia
de
Bibiana Ricciardi
El agua golpeaba fuerte en su
cabeza. Ducha reparadora, miles de gotitas horadando su maltrecho cerebro. El
esfuerzo era inversamente proporcional a su sueldo. Había que mantener contento
al cliente, atenderlo rápido. No podían tolerar que nada se interpusiera entre
ellos y sus hamburguesas. Hubieran preferido una transfusión directa de grasa a
sangre, incluso. Parados frente a la caja aguardaban su pedido con la vista
perdida, como adictos en recuperación, sin que les importe llenarse de ese olor
tan penetrante, que no lograba sacarse del pelo ni con doble champú. Inmundos.
Todos con la misma cara. Por eso no se alteró cuando la mujer se desplomó
frente a sus ojos. Siempre supo que alguna vez no lograría llegar a tiempo antes
de que su cliente desfallezca por abstinencia. Por eso corrió el cadáver a un
costado, y continuó, evitando así la muerte del resto de los clientes de la
fila.