Retiro
de
Bibiana Ricciardi
Hacía tiempo que venía trabajando
fuera de hora. Al principio, cuando la situación comenzaba a perfilarse, creyó
que era una ocasión única. Imaginó una victoria tal vez mayor a la del
descubrimiento de la bomba nuclear --
hallazgo en el que él también había colaborado--, y destapó el mejor de los
licores para brindar en la soledad de su reino. Con la primera luz del día
comenzó a trabajar a destajo. La ecuación era fácil: las armas las carga el Diablo
y las descargan los boludos. El pondría su parte, ellos la suya. La compra de
armas se disparó como reguero de pólvora. Y en la misma proporción se multiplicó
su esfuerzo. Los hombres descargaban sus armas con tal rapidez que el pobre
Diablo estaba agotado. Entonces, con la astucia que la vejez le confería,
resolvió que había llegado la hora del retiro, con el placer del deber
cumplido.