Paz eterna
de
Bibiana Ricciardi
El día de mi cumpleaños reuní a la
familia más cercana: hijos, nietos, algunos bisnietos, y dos tataranietos. A mis choznos no pude contactarlos. Son niños de
unos cincuenta años ya, pero no hay modo de despegarlos de sus juegos virtuales.
Me preocupaba mi descendencia, a su edad yo ya estaba terminando el secundario.
Entendía que no era bueno apurar a los pequeños, o hablarles del paso del
tiempo. Sin embargo mi cuerpo daba
algunos signos claros de desgaste. No era anciano, pero sí mayor. Seguía
corriendo mis diez kilómetros diarios, pero comenzaba a preguntarme para qué lo
hacía. Soy un tipo educado, y sé que es poco cortés mencionar la finitud frente
a los jóvenes. No lo hice, sólo quise explicarles mi deseo de hacer uso de mis
derechos constitucionales. No me dejaron hablar, me sedaron, y me trajeron a
esta guardería para ancianos que se niegan a vivir.
Inspirado
en: http://www.clarin.com/sociedad/muerte-digna-casos-terminales-irreversibles_0_697730256.html