Mata moscas
de
Bibiana Ricciadi
El tintineo de las pulseras lo
aturdía. Le costaba fijar los ojos en el fulgor dorado que esparcía la mina.
Agitaba las manos como si espantara moscas. ¿No podía quedarse quieta? Al
Mojarra le molestaban los movimientos oscilantes. Era una manía que le quedó de
la tumba. Los encerraban en los cofres para que no jodieran, para que se
pudrieran en su propia mierda. Cuartitos de dos por dos. Jaulas de las que no
salían en todo el día. Un ventanuco roto en el techo, y el chiflete que entraba
que hacía estremecer todo lo que colgaba. Un frío que helaba el alma. Cuando se
murió el compañero, le dejaron el cadáver en el cofre varios días y ni siquiera
se pudrió.
La rubia sacudía los brazos. Que
no la mate, que estaba embarazada. El Mojarra le apuntó a la frente y disparó
dos tiros. El tintineo por fin cesó.
Inspirado
en: Página 12 - El Servicio Penitenciario Bonaerense es una fábrica de
violencia.