El jardinero
de Bibiana Ricciardi
El hombre camina los honorables pasillos con la
fuerza de la costumbre, y la melancolía del final. Va ancho, estirado. Es el
vice presidente de la Nación. Saluda a un lado, al otro.
--
Doctor, déjeme que le estreche la mano. Gracias. Jamás olvidaremos lo que ha
hecho por nosotros.
Había
dejado su marca en el Senado. Una última victoria entre tanta derrota. Pequeña,
pero triunfo al fin. Alcanzaría para calmar algo la acidez de su estómago. Se
iba derrotado, volvía a la vida civil
sin pasaje de retorno. Ingeniero civil. Le daba un vértigo feroz. Se imaginaba
podando bonsáis, como el ex presidente correligionario. No debía pensar. Tenía
que disfrutar de su delicada venganza. Había logrado su lugarcito en la
posteridad concediendo todos los viejos y pretenciosos reclamos del sindicato
de empleados de la Cámara. Y lo mejor de todo: lo había hecho con las
herramientas de su enemigo.
Inspirado en: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-182130-2011-11-26.html