Insectos
de Bibiana Ricciardi
Una
mosca cerca de su oído. O un mosquito. Zumbido intenso: mosca. Caminaba por su
cara, llegaba hasta la comisura de sus labios babeantes. El asco le produjo una
arcada. Desearía levantar la mano, aplastarla. O por lo menos cerrar la puerta
para que no entren otras. ¿Habría tenido un infarto? ¿Una descompensación? Estaba
en su oficina, veía las patas de su escritorio, la alfombra persa, más allá el
sillón de pana. Si pudiera llegar hasta la puerta, o hasta el teléfono.
Era
un hombre joven, con niños en edad escolar. El recuerdo de sus caritas le dio
fuerza. Se sentó, hurgó en sus bolsillos, y abrió el teléfono. Lo detuvo el
brillo de una ausencia. El reloj pesado de oro, la alianza, su mano se veía
desnuda. Sus piernas también. La imagen de tres hermosas adolescentes inquietas
terminó de despabilarlo. Arañas; viudas negras. Guardó el teléfono y cerró la
puerta.