La ley de la selva
de Bibiana Ricciardi
El grito del juez retumbó en las paredes y erizó el vello de su secretaria. Estudiante eterna, la chica ya no era tan chica pero intentaba serlo. Suponía que si el jefe reparaba en el detalle de su edad, probablemente disminuiría su interés en ayudarla. El derecho es un camino tan torcido… Por eso exageró el tono infantil al pasarle la llamada del ministro. El magistrado le guiñó un ojo. Era la seña convenida. Esta noche ella tendría que irse nuevamente con él, vestirse de policía, y pegarle suave con el látigo. No era muy complicado. Rara vez era a la inversa. Sólo cuando se sentía muy humillado, sentimiento poco usual en un juez tan funcional.
Sin embargo, esta vez la excepción fue regla: el magistrado cumplió con la orden, y se desdijo frente a la prensa, saboreando por anticipado la imagen de los muslos sangrantes de su veterana secretaria.
Inspirado en: http://www.infobae.com/notas/609364-Llamativa-confesion-del-juez-Las-infelices-tareas-de-inteligencia-me-trajeron-al-hermano-y-no-al-acusado.html