Nieta
de Bibiana Ricciardi
El poeta llora
lágrimas secas. Rimas disonantes, recuerdos cacofónicos. Mentiras profundas,
dolorosas, inocuas. Tan faltas de verdad como la ciencia misma. Vibra la cuerda
muda. Poesía nunca formulada. El poeta supo exudar muertes, inundar vacíos, prescindir
de imágenes, exprimir verbos. Ahora calla. Contempla atónito a su dulce niña
regresada del más allá. Su voz grave, medida, pausada, suena a desmesura. La
pequeña tiene miedo. Frío. Lleva grabada en la piel el mimbre del canasto en el
que la transportaran. Tan chiquita que no sabe por dónde regresar. No conoce el
camino de vuelta a casa. Habla azulada de rayos catódicos desde la pantalla del
recinto. No pudo venir en persona a contar cómo se la robaron. No sabe. No
puede. No quiere. La pequeña es tan grande que elige sus palabras. Pero se
pierde. Llama a su papá, papá. Y a su apropiador también. El poeta sufre dolores
de abuelo.
Inspirado en: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-179652-2011-10-25.html