Docencia
de Bibiana Ricciardi
Participó con su delantal blanco. Veintiocho cuadras hasta la gobernación. El director encabezaba la marcha con amanerado gesto. Pobre, tan poco viril. Por eso la otra dice. Pobre, tan lastimado. A ella de joven le gustaba caminar. Pero ahora cada paso era un suspiro. Había que estar igual. La docencia le había dado todo. Pero, la desfachatez de los chicos de hoy… Y las madres. Hay que tener el tupé de decir que el director… Justo. Tiempos raros. Si pudiera vivir de la jubilación largaba todo, y a poner las cuerdas vocales y los pies en remojo. La maestra sufre de juanetes por estar tanto tiempo parada, y de disfonía de tanto gritar para hacer entrar la letra. Que no entrará con sangre pero... Qué manera de sangrar la cara del director. Qué ensañamiento pobre hombre. Tanto odio. También, qué necesidad hay de ser director siendo así rarito.