Divorcio
de Bibiana Ricciardi
Quedamos tres. Los médicos le habían dicho que cinco era mucho para un útero añoso. Pero ella insistió. Y pagó. Con la plata de él. Que era mucha. Antes, ahora es toda de ella. A esa altura a él solo le había quedado la casita de la playa. Fueron casi seis meses de cama y reposo absoluto. Abnegación y sacrificio de quien tiene una alta vocación maternal. Los diarios y la tele siguieron cada segundo.
El, recluido en la playa, hacia como que no se enteraba. Pero seguía apelación tras apelación intentando frenar el embarazo forzado. Éramos sus embriones. Lo único que habían olvidado repartirse. Frizados por siempre.
Se gasto hasta el último centavo en abogados. Perdió todo. Ahora duerme en la plaza. Dice que no tiene por qué conocernos. Que los embriones no tienen cara. A mi tampoco me interesa. Podría ser cualquiera, los linyeras son todos parecidos.