El dolor por su ausencia es inversamente proporcional a la distancia que separa de la costa al crucero que se interna en el océano Atlántico. El Caribe es una marca rojiza en la piel; una herida profunda que desgarra las entrañas. Justo un segundo antes de que el horizonte se trague a la isla la pasajera arroja su equipaje por la borda. Sabe que no volverá a necesitarlo.