Una calle de barrio no debería ser interrumpida por una geometría tan compleja. Un triángulo isósceles. Una suma de triángulos isosceles. Dos lados iguales y uno desigual. Puente.
Maestra ciruela.
La geografía de nuestro amor tiene dos lados posibles. Uno y otro lado de la vía. Y un puente para encontrarnos.
O separarnos.
Una cinta que se repliega sobre sí misma. Cortada en ángulos agudos, afilados. Cortan el aire, sangra el corazón. Si pudiera tomarla por una punta y sacudirla con valor. Si pudiera transformar los ángulos en rectas. ¿Cuántos puntos tendría nuestra recta? Mediría mucho más que la suma de sus lados. El monstruo metálico degradado a mero andarivel inofensivo. Llano, indiviso. Planicie sin rugosidad. Camino de una sola mano.
La geografía de nuestro amor podría ser distinta si lográramos doblegar un puente. Uno retorcido, que no une, separa. De un lado vos, del otro yo. En el medio el tren. No hay retorno. Prohibido girar en U.
Si pudiera soplar con fuerza. Los triángulos caerían de a uno. Efecto dominó. Saltaría del otro lado. Correría detrás tuyo.
Un puente puede ser construcción maléfica. ¿Quién quiere atravesar las vías?
No te vayas, no lo hagas.
Ay si pudiera volar.