martes, 28 de octubre de 2014
Doscientas palabras diarias - Umbral
"Esta es la historia más triste que jamás he oído". Leía como quien se toma un calmante. El libro de Madox había quedado abierto sobre la mesa de luz. ¿Se llaman también mesa de luz las de los hospitales?
Papá no leía ficción desde la muerte de mamá. No perdía el tiempo, se concentraba en lo importante. Como si supiera que quedaba poco. Como si las novelas fueran cosa de mujeres. Como si ya no pudiera leer sin hacerlo en voz alta. A mamá le gustaba tanto su voz.
¿Que haría el libro allí? La frase ingeniosa con la que iniciaba la novela no lograba engancharme. Caí dormida antes de pasar la segunda línea. Dos noches en vela cuidando a papá. Estaba algo agotada. Entonces escuché su voz:
-- Esta es la historia más triste que jamás he oído.
Me desperté. No recordaba haberme acostado. Sentado junto a la cama papá sostenía el libro entre sus manos, me sonreía. Se veía tan mayor. ¿En qué momento se había transformado en ese viejito dubitativo?
-- Leo y releo la misma frase hace rato. Por fin abrís los ojos. Te leo como a tu madre, ¿querés? Volver de la anestesia puede ser muy lento.