Miércoles 26-2-14
Seguridad
Era una pasta viscosa, amarillenta, liviana. Al caer no se hundió, flotó sobre la alfombra sostenida por la pilosidad sedosa del tejido. Era una alfombra cara, le había salido mucho más de lo que podía gastar. Sin embargo jamás se arrepintió de la inversión. La casa es al citadino lo que la cueva al animal salvaje. Había que revestirla de comfort, belleza y seguridad. Por eso el perro. Porque a veces la ciudad era tan salvaje como la selva. Hubiera podido poner rejas en la ventana para evitar la entrada de intrusos, pero al vecino le habían entrado con rejas y todo. Al parecer forzaron los hierros con alguna herramienta poderosa, pasaron entre los barrotes y le desvalijaron la casa. Por suerte era una persona de sueño pesado. Ni se despertó. Pero ella, en cambio, se despierta con el vuelo de una mosca. Además una mujer sola en su casa, son capaces hasta de someterla a sus más bajos instintos, no se van a conformar sólo con robarle. Por eso ella se había comprado el perrito. Un doberman grandote que rebotaba contra las paredes de su pequeño departamentito, rompiendo sus miniaturas de porcelana y ensuciando su alfombra con sus excrementos.
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